Mauricio Cabrera Galvis

Por Mauricio Cabrera Galvis*.- Los medios están colmados de noticias y artículos sobre los 20 años del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York. Con razón, porque ese atentado marcó la historia del siglo XXI, que en su eterno retorno vuelve ahora con la retirada del ejército estadounidense de Afganistán, después de 20 años de una guerra inútil que solo sirvió para reemplazar al gobierno represivo de los talibán con un gobierno represivo de... los talibán.

Tanta difusión mediática sobre este aniversario opaca el recuerdo y la conmemoración de otro 11 de septiembre luctuoso, el de 1973. Ese día aciago se produjo uno de los más sangrientos golpes de estado de la historia latinoamericana, cuando el traidor general Pinochet derrocó al gobierno legítimo de Salvador Allende, el primer presidente socialista elegido por el voto popular.

Los Estados Unidos fueron actor principal de ambos hechos: en el de 2001 como víctima del terrorismo, y en el de 1973 como victimario terrorista, pues ya se conoce el papel protagónico de la CIA y Nixon, el “sanguinolento presidente, el genocida de la Casa Blanca”, como lo llamó Pablo Neruda, que financiaron y organizaron los cacerolazos y entrenaron a los militares golpistas.

Están vivas en la memoria las imágenes del día del golpe, con el ejército tomándose las calles disparando contra civiles desarmados, y el bombardeo del Palacio presidencial por la aviación chilena. Después, la noticias dolorosas de la represión contra los opositores a la dictadura, la violencia, los asesinatos y la tortura cometidos en nombre de la civilización cristiana para conjurar el peligro comunista. Luego, las reformas económicas neoliberales de los Chicago Boys que hicieron de Chile una de los países con mayor desigualdad en la región.

Pero también resuenan la proféticas palabras del presidente sacrificado, en su última alocución al pueblo chileno bajo el estruendo de las bombas de los traidores: “Trabajadores de mi Patria, sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

Pasaron 17 largos años para que el pueblo chileno tumbara en las urnas la corrupta dictadura y se abrieran las grandes alamedas. Volvieron la libertad y la democracia, aunque restringida porque siguió vigente la Constitución de Pinochet. El modelo neoliberal se suavizó un poco con reformas sociales que disminuyeron la pobreza, pero continuó la enorme concentración de la riqueza.

Las tensiones sociales producidas por la inequidad explotaron a finales de 2019, cuando el baile de los que sobran condujo a una inédita Asamblea Constituyente, en la que la mayoría no la tienen los partidos tradicionales, ni de izquierda ni de derecha sino nuevos movimientos, ambientalistas, de izquierda o independientes. Este otro 11 de septiembre es un aniversario trágico, pero lleno de esperanza porque se vislumbra que abiertas las grandes alamedas se podrá construir una sociedad mejor.

Bogotá, D. C, 14 de septiembre de 2021

*Filósofo y Economista. Consultor.

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