En www.ecospoliticos.com expresamos nuestro sentimiento de tristeza y solidaridad a Giovanni Decola Vásquez, nuestro asesor editorial y columnista, así como a Rafael Decola, Carmencita Vásquez y toda su familia, por la pérdida de María Isabel Decola Vásquez. Que Dios la tenga siempre a su lado en el viaje eterno.

En www.ecospoliticos.com expresamos nuestro sentimiento de tristeza y solidaridad a Giovanni Decola Vásquez, nuestro asesor editorial y columnista, así como a Rafael Decola, Carmencita Vásquez y toda su familia, por la pérdida de María Isabel Decola Vásquez. Que Dios la tenga siempre a su lado en el viaje eterno.

En homenaje póstumo a la partida de Mary, publicamos la nota de su hija, Amanda Parra, periodista de EL Heraldo y que fue divulgada en ese diario de la Costa Caribe.

“Te amo hasta el último suspiro”

Por Amanda Parra.- “Enséñale a tu papá a usar la lavadora”, me decía mi mamá, mientras me prometía que apenas saliera de la clínica iniciaría con la dieta. “Estoy viendo que me veo mal físicamente, como vieja, ja ja”, escribía por Whatsapp, al mismo tiempo que me informaba que los exámenes que le habían hecho no salieron bien y que, al parecer, sería intubada. Un proceso que duraría entre 7 y 14 días.

Esa videollamada que hicimos el 1 de septiembre en la noche fue la última y sin duda aún resuena en mi mente. Nuestras esperanzas estuvieron puestas en que el milagro de la sanación llegaría a ella y podríamos tenerla en vida, disfrutando de su presencia. María Isabel Decola Vásquez, mi madre, luchó hasta el 20 de septiembre, día en que recibimos la última llamada de la clínica, esa vez para decirnos que ella había partido.

El virus se incrustó tan rápido en su cuerpo que, desde el primer día que llegó a la clínica y salió positiva para Covid-19, fue diagnosticada como paciente de alto riesgo por su asma y sobrepeso. Llegó sola al hospital, pensaba que solo era un “resfriado”.

Mientras esperaba su traslado a otro hospital, nunca dejamos de hablar por teléfono. En el momento en que entró a UCI suspendieron el uso del celular, por lo que su petición especial fue: “Mami, tráeme mi Biblia, con la agenda que uso, lapiceros y una revista. Todo lo que entregue yo, límpienlo después”. Esas largas horas sin saber nada de ella fueron eternas.

Un corazón de oro

Mary, como todos le decían, siempre se preocupó por otros antes que por ella. Mientras estaba canalizada, con oxígeno y sin poder respirar bien, pensaba en su esposo, hijos, nieta y negocio. Su mente estuvo puesta en los días que estaría ausente del trabajo, por lo que me encargó delegar nuevas funciones, comprar cosas y hasta los menús que irían en cada día de la semana.

Porque sí, su restaurante ‘Comida Casera de Mary’, que con tanto empeño, sacrificio y amor creó y que de la mano de mi papá, Fabián, fueron construyendo año tras año, era lo que en medio de su enfermedad nunca dejó de pensar. ¿Cómo haría mi papá sin ella todos esos días en que estaría incapacitada?... Claro que sí podía, pero ella quería dejar todo organizado para hacérselo más fácil a él. Esa era ella, una mujer noble, responsable, líder de su familia.

De sus 52 años, 31 los pasó al lado de mi padre, 23 junto a mí, 20 con mi hermano y casi 2 con su nieta, mi hija. En ese corto, pero fructífero tiempo, dejó huella en muchos corazones que al enterarse de su partida lloraron, sufrieron y sintieron como suya la pérdida. Su servicio, amabilidad, gentileza y sinceridad fueron los valores que la hicieron diferente y querida. Por eso, tantas personas, en medio de la distancia, le rindieron homenaje después de su fallecimiento.

El milagro de Mary

Ante el mal pronóstico que siempre hubo desde su ingreso a la clínica, la oración en familia a través de Zoom nunca faltó.

Desde el 1 hasta el 20 de septiembre, sin falta a las 7:30 p.m., la cita era virtual. No existió otra opción en medio de la pandemia que nos uniera que no fuera a través del celular, para suplicar por la salud de Mary y pedirle a Dios tranquilidad y fortaleza para esperar en Él las buenas noticias.

Mi mamá logró desde la cama de un hospital algo que siempre había querido y era unir a toda la familia, a sus hermanos, primos, tíos, y aferrarnos a la espiritualidad de la oración. Fue un ser que hasta el último suspiro vivió bajo la voluntad de Dios.

“Aunque extraño a mi familia y su amor me alimenta, solo tú señor satisfaces todas nuestras necesidades. Enséñame a descansar y a depender solo de ti, de tu presencia. Te ruego señor, me des la fortaleza y me hagas comprender que es tu voluntad”, escribió de su puño y letra en una súplica que encontramos dentro de su Biblia. La redactó antes de ser intubada.

Aunque su deseo era vivir, se preparó para su final también. Dejó varias cartas escritas donde especificaba cada función que tenía en su negocio, con el fin de ayudar a mi papá y que no se estresara. Además, expresó de manera escrita que esperaba que los resultados de la prueba de coronavirus de él salieran negativos.

“Oren juntos. Dile a Amanda que le pida a Camila la receta que le mandó el médico para que te la tomes y Fabián también, aunque él no tenga síntomas. Lo compras todo de una vez. Te amo hasta el último suspiro”, escribió en una de las cartas, esperando que la recibiéramos antes y no, precisamente, el día de su muerte.

Días fulminantes

Fueron 21 días que se convirtieron en los más largos que habíamos vivido, llenos de mucha ansiedad y expectativa por escuchar el dictamen médico. Una sola vez al día podíamos saber de ella, cómo evolucionaba y los procedimientos que le habían realizado.

Cada mediodía mi corazón latía más fuerte, esperando la llamada del doctor y anhelando escuchar algo positivo.

A la semana, comenzamos a recibir reportes de mejorías en su estado, pudimos enviarle notas de voz para que las enfermeras se las pusieran mientras ella estaba completamente sedada. Una de ellas dijo que era la “primera vez que veía que un paciente en medio de la sedación total temblara mientras escuchaba la nota de voz de una hija”.

La esperanza crecía, pero se complicó. Mi mamá adquirió dos bacterias en el hospital que, además de crearle una sobreinfección en los pulmones, afectó otros sistemas en su organismo. Cada día las noticias eran peores, y aunque escuchábamos a los médicos creíamos en que un ser superior podría sanarla. Orábamos por su sanación, pero no por  aceptar su voluntad, solo contemplábamos tenerla de vuelta.

Parecía imposible de creer que seis semanas antes habíamos grabado un video en el que la entrevistaba y le preguntaba sobre el día en que se enteró de que yo estaba embarazada, donde lucía el talego azul que más le gustaba, su infaltable cola de caballo y un maquillaje tenue que se había hecho ella misma diciéndome que “no podía salir como una loca”. Ese mismo vestido era el que pensábamos ponerle para velarla, hasta que la funeraria dejó saber que no podríamos ponerle ropa porque iría directo al horno crematorio.

Así fue su fallecimiento en medio de la pandemia, de manera virtual, sin poderla acompañar en medio del proceso, a la espera de una agobiante llamada por día reunidos en familia.

Verla fue imposible, pero más aún creer que haciendo parte de un medio de comunicación en el que diariamente somos los encargados de redactar noticias sobre los contagios y muertes por coronavirus, hoy, de este lado de la pantalla, estuviera escribiendo sobre la partida del ser más importante: mi madre.

Ella me enseñó a caminar, a comer, a estudiar, a todo, menos a vivir con su ausencia. Sin su presencia terrenal hay que seguir, continuar su legado y aceptar su temprana partida por el virus que acecha al mundo entero. Ahora, el orgullo de haber vivido con una gran mujer es mi ejemplo a seguir y mi motivación diaria, porque en medio de la agonía llegó la calma.

El virus no se ha marchado, no lo olvidemos, son muchas ausencias las que aún podemos evitar.

Bogotá, D. C, 3 de octubre de 2020

 

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