Por Felicia Saturno Hartt. Foto: DW.- Los que estamos convencidos del poderoso papel de las nuevas tecnologías para impulsar el desarrollo de las naciones, el caso de Estonia afirma que el valor agregado de su utilización genera equidad e inclusión.
Estonia, ubicada en el sur de Europa, es una de las ex Repúblicas Soviéticas, desde que se independizaron de Rusia en 1991, se han visto obligadas a reinventarse, haciéndolo de diversas maneras.
Una de ellas fue utilizar el potencial de desarrollo del internet. Por ello, desde 1991, una de sus estrategias de desarrollo fue enseñar programación en todas las escuelas. Y otra, más recientemente, fue convertirse en un país que rebosa de startups, que han crecido al calor de la era de Internet.
Según Jake Horowitz, redactor de Mic News, aun cuando Estonia es uno de los países más pequeños de Europa y del mundo, con tan sólo 1,3 millones de habitantes en todo su territorio, es uno de los países más tecnológicamente avanzados del planeta.
Para comprenderlo hay que ubicarse en 2 momentos muy importantes de su historia. En 1930, Estonia fue un país rural próspero, pero cuando se anexo a la antigua URSS, en 1940 hasta su independencia en 1991, tuvo una de las economías más decadentes.
Cuando el país volvió a ganar como entidad, en una nación soberana e independiente, su renta per cápita había descendido a una novena parte de la que era en 1930. Sin embargo, el país ganó un fuerte sentimiento de competitividad cuando se logró su libertad.
Su mayor activo llegó, en 1994, con una “tarifa plana” en materia de impuestos, además de una reforma fiscal profunda. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que Estonia empezó a resurgir en la era de Internet, asumiendo como estado contar con lo último en tecnología.
De hecho, Estonia es la cuna de Skype y este su primer gran éxito tecnológico. Dos programadores nativos del país báltico escribieron el código que mueve al programa de comunicación en 2003. Estas dos personas también fueron responsables de KaZaa, un conocido programa de compartición de archivos vía P2P. La empresa se vendió a eBay en 2005 por 2.600 millones de dólares y actualmente es propiedad de Microsoft.
Los fundadores de Skype se convirtieron en estrellas mediáticas, lo que provocó que una nueva generación de jóvenes estonios asumieran a la industria tecnológica como posibilidad profesional y comercial. Hoy en día la innovación tecnológica representa el 15% del PIB estonio, con 350 startups en su parque empresarial. Algunas de ellas son Playtech, Fitsme y TransferWise.
El éxito de Skype ayudó también a atraer inversión desde Silicon Valley, la Meca tecnológica. En el año 2015, las startups estonias consiguieron 100 millones de dólares en capital extranjero.
Su presidente actual, una polémico twitero, de padres estonios y nacido en EEUU, Toomas Hendrik Ilves, quien a los 13 años aprendió a programar y trabajó como desarrollador en la universidad, que está llegando al final de su segundo y último mandato, lleva desde 1998 transformando a su país tecnológicamente. En este año hizo lo imposible para equipar todas las escuelas del país con ordenadores con acceso a Internet.
En el año 2000 el gobierno estonio declaró el acceso a Internet como un derecho humano básico. También creó una nueva ley de firmas digitales, que vinculaba las firmas físicas a ellas y las consideraba de la misma validez legal.
En 2002 Estonia hizo obligatorias las tarjetas de identificación digitales, lo que permitía a los ciudadanos firmar documentos con una firma electrónica y acceder a servicios gubernamentales online.
Esto derivó en 2005, en la instauración del voto electrónico, convirtiéndose en el primer país en hacerlo. El 70% de la población tiene acceso a la web, hay un sofisticado sistema de identificación digital y poner un negocio vía internet es muy fácil.
En la actualidad, el gobierno desplegó un programa de residencia electrónica, que ha atraído atención a nivel mundial. Este programa de residencia permite a cualquiera convertirse en ciudadano electrónico de Estonia, lo que significa que podrán abrir negocios en el país desde cualquier parte del mundo. Según se recoge, por ahora hay mil empresas registradas y 10.000 residentes electrónicos que se apuntaron el año pasado. Según la revista alemana Der Spiegel, abrir un negocio en internet puede tomar 18 minutos.
Los estonios tienen wi-fi público en casi todo el territorio nacional y más de 200 proveedores de internet y hay acceso a registros médicos por la red. Pero lo mejor es que además se apuesta por la gratuidad del servicio en áreas públicas y en los bosques hay acceso.
Toomas Hendrik Ilves es el jefe de estado del país con el internet más libre del mundo desde 2012, según los informes que Freedom House, una organización no gubernamental (ONG) especializada en democracia y libertad de expresión pública.
Ciertamente este panorama implica riesgos y desafíos al gobierno estonio, pero también un universo de posibilidades ciertas para el desarrollo sostenible.
La apuesta digital es rentable y a corto plazo.