Por Ariel Avila.- El pasado 11 de marzo se realizaron las elecciones legislativas en Colombia, así como consultas interpartidistas en la derecha y la izquierda. Ambas, sin duda, tendrán un efecto en las presidenciales del mes de mayo. A partir de los resultados se podría llegar a cuatro grandes conclusiones. La primera se refiere a una situación que parece contradictoria, ya que el Senado que se posesionará el próximo 20 de julio tendrá la bancada más grande de la derecha en los últimos tiempos. El partido más hacia la derecha, el Centro Democrático, que representa el expresidente Uribe, logró 19 curules, perdiendo una con respecto al 2014. Vale la pena decir que ellos esperaban 30 curules. Luego está el partido Cambio Radical, también de derecha, liderado por el exvicepresidente Vargas Lleras. Tendrá 16 escaños, subió 7 con respecto al 2014 y claro, allí está el Partido Conservador que bajó de 18 a 15 puestos. Poco más de 50 curules para esté espectro ideológico.

Pero a su vez, también se puede decir, que las fuerzas progresistas son las más grandes en la historia republicana de Colombia: el Partido Verde logró 10 escaños en el Senado, un 100% más de lo que obtuvo en 2014; el Polo Democrático, de centro izquierda, del cual se creía que no pasaría el umbral, mantuvo los mismos cinco puestos que en 2014. Además, el partido de Gustavo Petro, la Lista de los Decentes, logró otros cuatro escaños y el partido Mira logró 3 curules, para un total de 22 senadores.

La segunda conclusión es que como se esperaba se produjo un revolcón en las apuestas presidenciales. Por un lado, el más fortalecido del mapa electoral es el centrista Sergio Fajardo, quien ahora, con su Coalición Colombia logra posicionarse como la tercera fuerza en el Congreso de la República, al pasar de 10 a 15 senadores (suma de los Verdes y el Polo). Había caído en las últimas encuestas y no se le auguraba resultados buenos, pero logró un importante crecimiento. Ahora el reto que le queda es ampliar su coalición de centro para convertirse en una tercería real de poder en medio de los dos extremos.

El otro que sale fortalecido en la bancada de congreso es Germán Vargas Lleras, aunque quede mal parado con los resultados de la consulta presidencial del uribismo. Vargas pasó de 9 a 16 cupos en el Senado, fue el gran ganador, esa era su apuesta. Pero debido a que la consulta presidencial de la derecha logró cerca de seis millones de votos, sus posibilidades de crecimiento en las encuestas se ven disminuidas. Seguramente, tendrá cómo jugar y tal vez alguna probabilidad de maniobra.

Por su parte el uribismo si bien queda en tablas en el Senado, su votación en la consulta presidencial le da un mínimo de cuatro millones de votos, con lo cual tiene asegurado un cupo en segunda vuelta. Es decir, la pregunta sería quién compite con ellos en el balotaje. Álvaro Uribe logra aglutinar la derecha en torno a Iván Duque con al menos cinco millones de votos duros y con la posibilidad de ampliar la coalición con diferentes partidos que están huérfanos y buscando vender caro su apoyo. Es decir, fácilmente podría conseguir al menos un millón de votos más.

La tercera conclusión es también una paradoja. Los partidos de la U y los Conservadores perdieron espacios importantes en el Congreso. Los primeros disminuyeron su representación en siete curules en el Senado y los segundos perdieron tres, pero a pesar de ese retroceso serán los grandes ganadores en las próximas horas, ya que en la medida que no definieron a cuál de los candidatos a la Presidencia apoyarán, y ante la fragmentación del voto, todos los candidatos los necesitan. Por ellos lucharán Vargas Lleras y el uribismo.

En las consultas votaron cerca de nueve millones de personas, muchas con la intención de modificar los resultados, es decir, los votos duros de candidatos serían cerca de ocho millones, lo cual a su vez significa que al menos otros nueve millones de personas que saldrán a votar en las presidenciales aún están en disputa. No hay nada escrito o al menos seguro en estas elecciones presidenciales.

Por último, la consulta de la izquierda logró poco más de tres millones de votos, en la cual Gustavo Petro alcanzó 2,8 millones, una votación alta, pero similar a la que alcanzó la izquierda en 2006 en su mejor momento. Es decir, este candidato aglutinó la izquierda pero no fue más allá, ahora deberá definir su fórmula vicepresidencial e intentará moverse al centro.

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Por Jorge Gómez Pinilla.- La elección que acaba de pasar constituye un campanazo de alerta para las fuerzas de centro izquierda, pues permite apreciar que ni siquiera quien hoy encabeza las encuestas, Gustavo Petro, tiene garantizado el paso a la segunda vuelta. Fue ante todo un triunfo de las maquinarias, que pusieron como mayorías en el Congreso a dos partidos corruptos y venales al cual más —Centro Democrático y Cambio Radical—, en una jornada atravesada por fuertes sospechas de manipulación de encuestas primero, y de fraude electoral después.

Muchas de las cosas que están pasando en la arena política deberían ser motivo de asombro, por absurdas, pero la gente las toma como si fueran un paisaje más en el reino del absurdo cotidiano.

Absurda por ejemplo la trepada que se pega Iván Duque en dos encuestas previas al 11 de marzo, a las que hice referencia en mi última columna, y diríase inaudita la arrasadora diferencia que en votos le tomó este a Marta Lucía Ramírez, siendo que días antes esta lo superaba en 18 puntos (ver encuesta) y que muchos repetimos lo que hicimos en 2010, cuando votamos por Noemí Sanín para que no ganara Andrés Felipe Arias. Y lo logramos.

No es posible poner la mano en el fuego y asegurar que Duque ganó en franca lid, menos cuando en ese millón y medio de votos que obtuvo Marta Lucía no aparecen los de quienes votamos por ella para frenar el proyecto político de Uribe, los cuales deberían contarse por decenas de miles, como sí se contaron y aparecieron hace ocho años en las cuentas de Noemí. Ahí ni siquiera se refleja el total de votos que obtuvo Marta Lucía en la elección de 2014, cercano a los dos millones.

Sumado a lo anterior se presenta el bochornoso episodio por la falta de tarjetones en 26 puntos de votación, todos en llamativa coincidencia a la misma hora del mediodía, y la atropellada respuesta del registrador nacional es que saquen fotocopias y repartan, y comienza entonces la gente del Centro Democrático a repartir fotocopias como repartiendo yuca en plaza de mercado, según se aprecia en un video con diligentes voluntarios de ese partido en Bogotá. (Ver video).

Es aquí donde cobra sentido la denuncia que Gustavo Petro había hecho días atrás y se materializó el día de la elección, respecto a que no se digitalizaron los formularios E-14 y “los datos se dieron por teléfono, sin huella digital”. (Ver trino). No hay cómo probar, mejor dicho, que los resultados que se entregaron son fidedignos y de sana fuente.

En muchos aspectos la transparencia electoral brilló por su ausencia, y por eso me atreví a opinar que si hubiera ocurrido en Japón, el registrador nacional se habría hecho el harakiri. Es más: si nos ponemos de capciosos, lo de los tarjetones faltantes podría entenderse como un elemento distractor para esconder algo más grande, por ejemplo, un fraude electoral a gran escala que al final del día haya dejado contentos a los amigos del “establecimiento”, excepto Petro. Todos poniendo carita de yo no fui, comenzando por la principal damnificada —que termina convertida en vice— y continuando con Alejandro Ordóñez, quien todavía no es consciente de la “carbonizada” que se pegó y en su delirio postraumático anda pidiendo la jefatura de debate de la campaña.

Antes de que en artilugio mágico Iván Duque apareciera punteando las encuestas como conejo que sale del sombrero, la segunda vuelta se preveía entre Petro y Vargas Lleras, o en el mejor de los casos con Fajardo. Habrá que pedirle al señor procurador que investigue tan extraña voltereta en las preferencias y las notorias irregularidades que se presentaron ese día, pero no es hora de llorar sobre la leche derramada, sino de hacer cuentas con base en el nuevo balance de fuerzas.

El viernes anterior a la elección César Gaviria rompió cobijas con Juan Manuel Santos tras una agitada reunión en la que este quiso obtener para Germán Vargas el apoyo de los directorios aliados a su gobierno, y lo que obtuvo fue el retiro abrupto e indignado del liberalismo. El presidente Santos tiene una pelea casada —aún no resuelta— con Álvaro Uribe, y ante la debilidad electoral de Humberto de la Calle solo le queda Vargas Lleras para tratar de impedir que su archienemigo político recupere el solio de Bolívar.

Es previsible una desbandada tanto de la U como del conservatismo “enmermelado” hacia Duque, por lo que de aquí a mayo Santos debe tratar de atraer hacia Vargas a todos los que no tienen cabida en el uribismo, y a las fuerzas de Fajardo que en segunda vuelta por nada del mundo se irían con Petro, y a los liberales que como Juan Fernando Cristo se le abrieron a De la Calle y hoy parecen más dispuestos a irse con Cambio Radical que con el candidato oficial de su partido. Sea como fuere, desde la trepada de Duque la suerte de Santos y la de Vargas Lleras han quedado unidas, se necesitan mutuamente.

En días venideros podría darse un acercamiento entre Fajardo y De la Calle que conduzca a algún acuerdo, pero ello no habrá de traducirse en que logren desplazar a Petro, sino en algo aún más azaroso: que por el boquete que en primera vuelta dejaría la repartición de votos entre Petro, Fajardo y De la Calle terminen por colarse a segunda vuelta los dos candidatos de la derecha, Duque y Vargas Lleras. Y ahí sí, apague y vámonos. (Por cierto, en ese caso, ¿para dónde agarrarían los votantes de Petro y Fajardo?).

El propósito de esta columna ha sido brindar claridad en que si el trío —no el dueto— de Gustavo Petro, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle lograran afinar sus voces y ponerse de acuerdo para cantar en coro la misma melodía, lograrían en primera vuelta lo mismo que en apariencia acaba de hacer Iván Duque con Marta Lucía: arrollar.

¿Qué tan difícil puede ser que con base en un acuerdo programático se establezca entre los tres una repartición del poder y una asignación de funciones, y para adelante? Piénsenlo, es por el bien de la Patria. Se trata de sumar, no de restar.

Como dijo @eddmunoz en divertido trino: “Propongo encerrar a Petro, Fajardo, Claudia y De la Calle en una casa con pola, ron, bareta y no dejarlos salir hasta que lleguen a un acuerdo”. O como dijo Antanas Mockus, con llanto en los ojos: “Nos van a meter miedo de lado y lado: media sociedad se va a asustar frente a Petro y media sociedad se va a asustar frente a Duque. Pues no nos dejemos echar ese cuento. Escribamos otro cuento, que sea más bonito, que dé más orgullo, que nos una”. (Ver video).

DE REMATE: Es cierto que a los candidatos que se presentaron a consultas les está impedido cambiarse de partido o integrarse a otras candidaturas, a no ser que devuelvan el dinero que reciben por reposición de votos. Pero hay fórmulas que se deben intentar, se trata de ser creativos. Hay personas que pueden actuar en representación de otras y “en el camino se arreglan las cargas”.

@Jorgomezpinilla

http://jorgegomezpinilla.blogspot.com.co/

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Por José G. Hernández.-Tras las elecciones del domingo, algunas observaciones:

-Para destacar, la prontitud y exactitud en la entrega de los resultados, pocas horas después de cerradas las urnas. Ello habla muy bien del trabajo de la  Registraduría en tal sentido. Es algo que le da legitimidad y transparencia al proceso electoral, en especial si comparamos con lo que ocurre en otros países.

-Con independencia de los resultados -quiénes perdieron y quiénes ganaron- lo cierto es que el certamen electoral, en lo relativo a las consultas orientadas a escoger los candidatos presidenciales de la derecha  y de la izquierda, estuvo mal organizado. Al menos, no se previó adecuadamente lo referente a la distribución de los tarjetones en varios centros electorales. Eso se debe señalar con sentido crítico, porque muchos ciudadanos –se ignora cuántos-  no pudieron votar; queriendo participar en las aludidas consultas, al no encontrar las tarjetas para el efecto, no votaron para Senado y Cámara. De modo que sus derechos políticos fueron vulnerados por el descuido de los funcionarios, o por el bajo presupuesto previsto por el Ministerio de Hacienda. La propia Registraduría debe indagar qué pasó, y explicarlo al país. Eso no puede volver a ocurrir, menos en un asunto de tanta trascendencia política.

-Pero además está claro que hay problemas de pedagogía electoral. A pesar de los esfuerzos que se hicieron en los últimos  días por la Registraduría y por varios medios de comunicación acerca de cómo votar, fueron muchos  los votos nulos y los no marcados. Y, si bien disminuyó la abstención, sigue siendo muy alta.

-Todo indica que muchos ciudadanos no estaban contentos con los candidatos, y por tanto querían votar en blanco, pensando quizá  que se vota en blanco depositando la tarjeta sin marcarla o rayando la tarjeta  de tal forma errónea  que se anule el voto. Es necesario que ese equívoco sea superado para el caso de las elecciones presidenciales.

El voto en blanco debe ser marcado, y hay una casilla específica para que quien no esté de acuerdo con ninguno de los candidatos, deje la constancia, votando.

-También es equivocado decirle a la ciudadanía -como lo hemos escuchado de algunos comentaristas radiales-  que los votos en blanco se suman a la mayoría. Eso no es cierto. Basta recordar el parágrafo del artículo 258 de la Constitución: "Deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una Corporación Pública, Gobernador, Alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras en las de corporaciones públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral".

-De otro lado, debe pensarse en reformar el actual sistema de consultas para que los partidos escojan candidatos. Eso no debería estar a cargo del Estado, ni generar costos para el tesoro público. Las consultas deberían ser internas, bien sea dentro de un partido o, por acuerdo inter partidista, ya que la definición es un asunto que solamente a ellos –los partidos y los precandidatos- interesa. Que los propios partidos resuelvan quiénes serán sus candidatos, sin comprometer a la organización electoral, ni afectar las finanzas públicas.

-Estos asuntos deben racionalizarse. Y la organización electoral debe mejorar. En cuanto a la organización, deberían ser deducidas las responsabilidades.

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Por Jairo Gómez.-Aun logrando esa copiosa votación en sus respectivas consultas, Duque y Petro no la tienen tan clara para pasar a segunda vuelta.

A juzgar por los resultados electorales del pasado domingo, ni Vargas Lleras, ni Fajardo lo tienen todo perdido. El candidato de Cambio Radical –el exvicepresidente- cuenta con un respaldo en las urnas de 2.126.101 votos, es decir 360.000 sufragios menos que el Centro Democrático, formación política que respalda a Duque. La pelea es peleando y aquí entre estos dos candidatos de la derecha nadie tiene nada ganado.

Vargas Lleras es el hombre de la maquinaria y a ello le viene apostando en su campaña, con la suerte que los resultados le llegaron a pedir de boca. Dos partidos políticos, Conservador y La U, no tienen candidato presidencial y serán como la cereza en el pastel para quienes se la juegan por la nominación presidencial en segunda vuelta. Estas dos colectividades suman 3.726.557 votos y son un bocado electoral para cualquier candidato. Por supuesto, a eso le apuntará el exministro, que es un zorro de la política colombiana y conoce muy bien los vericuetos del clientelismo.

Ahora bien, eso no lo es todo y Vargas sabe que debe emplearse a fondo para derrotar la  caudillista propuesta de Uribe, pues es ÉL el portador del éxito de Duque. Es decir, Duque sin Uribe no es lo que es hoy: un candidato fuerte. No obstante sufrir un revés inesperado (aspiraba a 25 curules), el expresidente también sabe dónde ponen las garzas cuando de maquinarias políticas se trata y buscará conquistar para su pupilo el apoyo necesario de cara a la segunda vuelta y muy seguramente también enfilará baterías para lograr el apoyo conservador y de un buen número de miembros de La U, el partido de Santos. Desde luego el senador antioqueño comprende que la también inesperada votación por su destacado alumno no es razón definitiva para creer que todo está ganado y los resultados parlamentarios lo revelan claramente. Más sabe el diablo por viejo que por diablo y, en esos temas, Uribe es un hombre curtido.

Entonces surge una pregunta. ¿Qué hará el presidente Santos en este nuevo escenario? El presidente no debe estar tranquilo, pero aún está en el poder y tiene un margen de maniobra importante para inducir acciones que busquen cerrarle el camino a Uribe, que no parece  indestronable como se decía, pues los resultados del domingo evidenciaron que el  exmandatario tiene un techo. Dos opciones tiene Santos: Vargas Lleras o De la Calle. El primero su vicepresidente y el segundo, el hombre de la paz en La Habana.

Nos vamos para el otro lado, en donde convergen dos propuestas una de centro y la otra de izquierda. No es tan claro el panorama. Sí, Petro ganó la consulta y logró representación parlamentaria en un sorpresivo resultado, por lo demás meritorio para alguien que, en desventaja, sin partido, sin dinero y con todos los Medios de Comunicación en contra, hoy avisa de su firme aspiración presidencial. Las cuentas de Petro son considerables: en la lista por la Decencia obtuvo 523.286 votos  y en la consulta 2.849.331. Cruzados los dos resultados el exalcalde alcanzó un superávit de 2.326.045 sufragios en la consulta. ¿De dónde salieron esos votos? ¿De opinión? ¿De otros partidos? ¿De las bases de los verdes y del Polo? Preguntas pertinentes en momentos de definiciones.

Por los lados de la Coalición por Colombia, el banderazo que fortalece a Fajardo,  consignado en los apoyos de la Alianza Verde y el Polo Democrático, no es despreciable, suman: 2.053.796 votos. El problema para el exgobernador es que sobre esa votación penden los interrogantes anteriormente expuestos. Fajardo ya tiene su par en la Vicepresidencia y, seguramente, su objetivo es ir hasta el final para conquistar un apoyo que hasta ahora le ha sido esquivo en los sondeos, pero que puede revertir con la fuerza parlamentaria que hoy lo respalda. Nada tiene perdido.

Interesantes los resultados del pasado domingo, oxigenan la democracia colombiana. Más allá de los partidos tradicionales que mantienen una buena porción de curules en el Congreso, es importante destacar el resurgimiento de fuerzas políticas alternativas que no serán convidadas de piedra en la próxima contienda legislativa. Para destacar el desempeño de la Alianza Verde, el Polo, la lista Decentes y la llegada de Mira, un justo premio a una organización a la que el perverso sistema electoral le había robado las tres curules que logró en 2014. Y si a este panorama le sumamos las curules de Farc y las dos indígenas, vaticino que quienes pretenden hacer trizas el acuerdo de paz, no lo tendrán fácil.

@jairotevi

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Por Rodrigo Zalabata Vega.- El gobierno Gaviria solía aliviar las crisis con una fórmula de sanación política: “Los males de la democracia se curan con más democracia”. La idea, aunque cierta, pudo llamarnos a engaños, pues trataba de definir el momento político que dio a luz la actual Constitución y elevaba las nuevas banderas del Estado Social de Derecho. 

Si aceptamos que los mecanismos de participación aumentaron, y contrario a estos propósitos democráticos los males de la Nación se han agudizado, podríamos preguntarnos qué corroe la Constitución que se anuncia en nombre del pueblo, e invoca la protección de Dios, pero nos mantiene en medio del fuego. Aquella frase inauguró el marketing de Estado en Colombia, aplicado a nivel global, al significar que toda expresión que exhiba las bondades de la libertad puede ayudar a vender al mejor postor la propia democracia. 

Era el mismo momento en que abríamos las puertas a la globalización, con la que se anunciaban los descuentos al consumo que ofrecía la liberalidad de la economía sin fronteras. Lo cual daba lugar al principal equívoco, porque mientras a los nacionales les redactaban la Constitución como si rezaran un rosario de salvación, el trato con los poderes externos evidenciaba que el territorio nacional se abría como una nueva tienda de productos de los dueños del mercado mundial. 

El pregón político vendía la nueva realidad económica. El gobierno le anunciaba al país la llegada al futuro cuando aún se contradecía entre anquilosadas estructuras agrarias, basadas en el valor improductivo de la propiedad latifundista, y al lado de los viejos terratenientes, décadas atrás, había sido creada y criada como hija menor una pequeña industria, mecida en la cuna de un mercado protegido. 

La sociedad colombiana, tejida de manera artesanal de las costumbres de antaño, ya venía siendo asaltada en su buena fe por las fuerzas del contrabando y el narcotráfico, lo que nos empujó prematuros al consumo del éxtasis de la vida moderna. Ningún estamento se puso a salvo de las tentaciones; hasta la sal que alimentaba las luchas sociales fue corrompida. Para el momento en que adoptamos la globalización resultaba demasiado atractivo hacernos de manera legal y cotidiana a los lujos que apenas nos dejaban ver estos fenómenos. 

Cada estado de cosas refleja con exactitud sus costumbres políticas. Desde que nos constituimos como República no ha existido un proyecto común de Nación. Los privilegios de sangre de la Corona española fueron trasfundidos a sus hijos criollos hechos libres, quienes instauraron en el naciente Estado su tipo de propiedad real sin limitaciones, heredada de aquellos que robando los milagros de Dios echaron cerca al horizonte y como en un cuento de hadas convirtieron en labriegos a quienes estaban dentro de sus tierras. 

El ideal con que nació la vieja democracia griega, rodeada de esclavos pero incuestionable en su propósito esencial, choca en el Estado moderno con los mecanismos prácticos de su aplicación, pues abre la pregunta sobre quiénes representan las instituciones públicas y cómo se financia cualquiera de sus formas indirectas de gobierno. 

La política en Colombia, dado que el Estado su fundó sobre una base desigual, se centra en un juego electoral, elaborado en reuniones sociales en la casa de los partidos políticos, en el que se baraja, una vez se hacen las apuestas, la manera de ganar privilegios a costa de la ruina de quienes están fuera del círculo. Por eso Jorge Eliécer Gaitán distinguía entre un país político y un país nacional; corresponde al primero quienes casan sus apuestas, y al segundo, el contingente de abstencionistas que no se arriman a la mesa por no tener dinero, lo que les significa no tener partido. 

La Constitución del 91 en nada cambió el núcleo del conflicto social, cual es la consagración de una propiedad sin ideales de Nación. Se relaciona con un Estado que funciona al debe, ya que paga por anticipado a la clase política lo que invierte en sus intereses. Salvo haber anunciado la inauguración del futuro al traer a nuestra aldea la globalización, nos retrotrajo al estado puro de la Colonia, una vez arrasó la pequeña industria nacional, pues, al día de hoy, en medio de la invocación de Santos se concesionan a empresas extranjeras la explotación de nuestros recursos naturales y la prestación de los servicios que nos promete. 

Cada tanto, los gobiernos anuncian la cura de nuestros males, y con efecto placebo nos invitan a rezar en las urnas un rosario de derechos que después cobran a precio de penitencia. La corrupción que nos azota, que devora el erario y amenaza ruina a nuestras instituciones, es la manera tramposa de rapar en la casa de las apuestas, pero la verdadera trampa consiste en acuñar en moneda de cambio el valor esencial que representa la democracia.

RODRIGO ZALABATA VEGA

Cel. 320 – 3336025

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Por Amylkar D. Acosta M.-No vamos hablar de ningún acontecimiento que tuvo lugar el 8 o el 10 de enero, nos vamos a referir a la decisión que acaba de tomar el Ministro de Minas y Energía Germán Arce, al expedir la Resolución 4 0185 fechada el 27 de febrero, mediante la cual eleva el porcentaje de la mezcla de etanol con la gasolina motor que se expende al público en todo el territorio nacional del 8% al 10%. De esta manera, a partir del 1º de marzo se nivelan en el 10% tanto la mezcla del etanol con la gasolina como del aceite con el diesel.

Entre las consideraciones de dicha Resolución se tiene que “con base en el estimativo de producción y la proyección del año 2018”, se demuestra “la viabilidad y capacidad de sostener una mezcla del 10% de alcohol carburante”. En efecto, mientras la demanda interna de etanol para la mezcla en 2017 fue en promedio de 1.050.800 litros/día, la capacidad instalada de producción de las 8 plantas en operación es de 1.650.000 litros/día, es decir que Colombia tiene como autoabastecerse. Este aumento del porcentaje de la mezcla representará, aproximadamente, 262.700 litros/día adicionales en la demanda.

Como autor de la Ley 693 de 2001, que estableció la obligación de dicha mezcla y en ejercicio de la paternidad responsable tengo que manifestar mi complacencia por este paso que acaba de darse, pues contribuirá a consolidar una política tendiente a reducir las emisiones de gases contaminantes a consecuencia de la combustión de los motores de los vehículos. En efecto, con la mezcla del etanol con la gasolina-motor se oxigena el combustible y de esta manera la combustión es más completa, al tiempo que se reduce el contenido de aromáticos, benceno, azufre y olefinas, que de otra manera se arrojarían a la atmósfera, incidiendo notablemente en el deterioro del aire que se respira en las ciudades. Y, como es apenas lógico, cuanto mayor sea el porcentaje de la mezcla sus beneficios para la población citadina serán mayores.

Recordemos que, según el Alcalde de Medellín Federico Gutiérrez “el 80% del smog que se posa sobre el cielo del Valle de Aburrá proviene de la combustión de los motores”, viéndose precisado a decretar de manera recurrente la emergencia ambiental para tratar de contrarrestarlo, imponiendo el pico y placa ambiental. Es más, de acuerdo con un estudio del DNP, en Bogotá el 10.5% del total de las muertes prematuras en 2015 son atribuibles a causas asociadas con la contaminación del medio ambiente, lo que generó costos estimados en salud de 44.2 billones, equivalentes al 2.5% del PIB de la capital. Igualmente, en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá ese porcentaje fue de 12.3% y el costo $2.8 billones, equivalente al 5% de su PIB. En el 2015 se registraron 10.527 muertos por esta causa, cifra similar al número de homicidios en todo Colombia en 2017 (11.000).

Colombia, además de haber sido el promotor de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, vigentes desde el 2015, suscribió el Acuerdo de Paris en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ambos vinculantes, por lo que se comprometió con la comunidad internacional en reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% hacia el 2030. Y, para lograrlo, según el Ministro Arce “uno de los elementos en los que más esperanzas tiene el Gobierno es el plan de biocombustibles y dentro de esa iniciativa, uno de los ejes es aumentar la participación del alcohol dentro de la gasolina que consumen los carros”. A partir del análisis de ciclo de vida de la cadena del etanol producido en Colombia se ha podido establecer que el mismo está contribuyendo a reducir 2.5 millones de toneladas/año de GEI, equivalentes a 6 puntos porcentuales de la meta de reducción del 20%. Y no es para menos, dado que el mismo reduce las emisiones de GEI en un 74%.

Como no faltará quien critique el incremento de la mezcla aduciendo que con ello se va a aumentar el precio de referencia de la gasolina al consumidor final, nos anticipamos a disipar esa preocupación, pues no se va a dar ni lo uno ni lo otro. En cuanto a su incidencia en el precio, comparto el punto de vista del Ministro Arce cuando llama la atención sobre el hecho de que dadas “las condiciones de los mercados el alcohol carburante muestra una tendencia a la baja, lo que permitirá una reducción cercana a los 7 pesos por galón”. Y advierte el Ministro, además, que “pesan más en el precio del combustible el tema tributario (impuesto a los combustibles, sobretasa e impuesto al carbono), los cuales representan el 29% en promedio del precio”. Huelga decir que los combustibles de origen fósil, llámese gasolina o diesel, tienen unos costos ocultos que no se reflejan en sus precios, nos referimos a la huella de carbono que dejan tras de sí y a su impacto en el medio ambiente y en la salud. 

Bogotá, marzo 10 de 2018

www.amylkaracosta.net

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Por Mauricio Cabrera Galvis.-Escribo esta columna el sábado antes de las elecciones para el Congreso, de manera que no pretendo hacer de adivino pronosticando cuántos congresistas va a sacar cada partido ni quiénes se quemaron en sus aspiraciones; no obstante, intentaré vaticinar algunas tendencias generales de estas elecciones, con base en lo que ocurrió en el 2014.

En primer lugar, el triunfo absoluto de la abstención –directa o indirecta- que puede acercarse al 70% de potenciales votantes. Esta enorme apatía y confusión cuestiona la legitimidad del Congreso, pues implica que solo es elegido por menos de la tercera parte de los ciudadanos, llegando al extremo de tener senadores elegidos con menos de 20.000 votos y políticos que llegaron a la Cámara con 1.500 votos. ¿Es eso una democracia representativa?

Llamo abstención directa a los que no fueron a votar, en 2014 fueron el 57% de los 33 millones de colombianos en edad de votar; y abstención indirecta a los más de 3 millones de votantes, es decir casi el 10% del censo electoral que no quisieron (votos en blanco) o no pudieron (votos anulados por marcar mal el tarjetón) votar por un partido o candidato.

Hay que recordar que el partido con la mayor votación en las elecciones pasadas fue el de la U con el 16% de votos; es decir que si esta abstención indirecta fuera un partido político habría sido el triunfador con el 21.5% de los votos depositados.

La impresionante cifra de votos nulos o no marcados (2.4 millones) implica que se perdió el voto de uno de cada 6 ciudadanos que hicieron el esfuerzo de ir a las urnas hace 4 años. En esta ocasión es posible que sean más los votos perdidos por la complejidad de los tarjetones, que es solo un reflejo de la fragmentación de partidos políticos y predominio de aspiraciones personalistas.

En efecto, el tarjetón para elegir senadores tiene 16 opciones de partidos -10 de ellos con voto preferente- y otras 7 de circunscripciones indígenas, con 900 candidatos para escoger. El tarjetón de la Cámara es todavía más complejo.

Tal complejidad y confusión implica que se van volver a perder millones de votos, dando una ventaja adicional a las bien aceitadas maquinarias de caciques electorales que tienen la capacidad de adiestrar a sus clientelas en la forma de marcar el tarjetón.

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Por Jaime Durán Barrera.- Este domingo 11 de marzo será recordado como uno de los acontecimientos electorales más significativos de la Historia reciente de Colombia. No sólo porque es, después de más de 50 años de conflicto armado, los comicios menos complicados por la dinámica de la violencia, sino porque la elección directa de los congresistas impactará en la consolidación de la Democracia Colombiana y la consolidación del Proceso de Paz en el Postconflicto.

En este sentido, la tarea que toca asumir como senadores y representantes de los diversos espacios territoriales, en su diversidad y pluralidad, es una de las más importantes, en términos sociopolíticos.

Legislar para hacer de nuestro país un lugar más inclusivo, con una legislación acorde a nuestra identidad y necesidades,  con mejores instituciones, con inversiones reales y vigiladas y con un estado presente en todos sus municipios y departamentos para llegar a todos los ciudadanos, es una misión que no sólo cambiará las condiciones estructurales que generaron el conflicto armado y aún están presentes, sino que conducirá a crear las vías de un futuro prometedor y sostenible.

Mi compromiso con Colombia está dirigido a generar todo un debate sobre los grandes temas del Agro y de las Tierras, aspectos incipientes y que deben ser prioridad, en término de justicia social y desarrollo territorial. Sin estas definiciones es poco lo que se puede hacer por la gente que vive en la Colombia profunda.

Asimismo, planteo a mis electores y demás ciudadanos asumir la defensa de los DD.HH. de los más humildes, de los campesinos que, con su trabajo sostenido y solidario, hacen de nuestro país una potencia agroalimentaria y con perspectivas de desarrollo turístico.

También es mi interés promover un equilibrado desarrollo regional, para sostener la autonomía histórica territorial de los municipios más pequeños, promover su desarrollo sostenible y su integración a los planes más ambiciosos de integración.

Quiero ser un vocero para la consolidación de la Paz y de las estrategias requeridas para el Postconflicto, como único pasaje viable y posible de un  mejor destino para cada uno de nosotros. Este proceso jamás iba a ser fácil, pero si puede ser una profunda posibilidad de optimizar a nuestra sociedad como democrática y a nuestro gobierno como participativo.

Espero que este domingo los colombianos ejerzamos nuestro Poder Supremo y Soberano, votemos y no dejemos que otros decidan por nosotros.

Como candidato por el Partido Liberal mi número es el 13, votando L 13 en el tarjetón para Senado. Deseo poder contar este histórico domingo 11 de marzo con tu confianza, con tu Voto.

Unidos por el futuro de Colombia.

Jaime Durán Barrera. Candidato Liberal -L 13-  al Senado.

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Por Gabriel Ortiz.-Los enemigos de la paz, los cultores de la guerra y del odio torpedean el debate electoral de este domingo.

Debate en paz, era mucho pedir a conocidos dirigentes, falsos caudillos y gerifaltes que con encorvados picos tratan de aferrarse a un poder, del que abusaron y quieren confiscar de por vida.

Su meta: atacar al nuevo partido de antiguos guerrilleros, hasta diezmarlo y aniquilarlo. No quieren permitir que ingrese a la política, pese a que esa fue una de las condiciones acordadas para firmar la paz, que hoy mal que bien, disfrutamos.

Contrataron muchachos, que por pocos pesos, de esos mismos que utilizan para comprar votos, se dedicaran a sabotear las manifestaciones de los exfarc. Empezaron con insultos, guijarros, piedras, huevos y cuanta porquería encontraban. Dirigentes de la intransigencia, del fanatismo, antiguos paras y reconocidos maleantes, justificaron la acción de los saboteadores a sueldo. Cínicamente señalaron que era la comunidad la que actuaba y expresaba su rechazo a sus antiguos verdugos.

Como suele suceder, con la violencia prefabricada, amparada, financiada, alabada y fomentada, se sabe cómo empieza, pero nunca, cómo termina. Ha ido creciendo en esta época electoral, a tal punto que ya amenaza, hostiga y azota, a sus propios patrocinadores, y a movimientos, partidos y grupos políticos por igual.

Los promotores –de todos conocidos- nunca advirtieron a dónde llegaría su torpeza, en un país que han llevado a la polarización. Se atropella a quienes piensan con claridad mental, a quienes tienen la tolerancia e inteligencia para aceptar que existe la libertad de pensamiento.

Cualquier discrepancia del adversario nos eriza, nos desquicia, nos embrutece y nos conduce a la utilización de guijarros, injurias y armas. Parecemos afiliados a la NRA (Asociación Nacional del Rifle) gringa.

 

Nos queda un día para reflexionar y participar en el evento electoral de mayores repercusiones e incalculables dimensiones; del que depende la ilusión de un país que marcha hacia esa esperanza que no podemos dejarnos robar, como lo advirtió el Papa Francisco.

Estamos a tiempo de reflexionar, de cambiar, de asegurar la convivencia y la tolerancia, que nos permita legar una próspera nación a quienes nos siguen y  esperan acariciar la paz con empleo, ingreso, salud y vida amable. La puerta que nos llevará a una Colombia próspera, pensante, generosa y haciendo camino al andar, está abierta.

Si queremos recuperar nuestra plena democracia, mantener la paz y eliminar la corrupción, tenemos que transitar por los caminos de la tolerancia y respetar la opinión de los demás.

Nuestra obligación es elegir bien, porque en juego están la escogencia de un admirable Congreso y un intachable y justo presidente, que nos garanticen futuro próspero.  Podemos eliminar la guerra, el odio, la polarización, la corrupción y el atraso. ¡Buen voto dominical!

BLANCO: Los pensionados tienen un aliado: Oscar Iván Palacio los defenderá en el Senado, luchando contra el odioso 12% a las pensiones. C 51.

NEGRO: De nuevo Uribe burló la justicia. No rectificó sus afirmaciones contra el colega Daniel Coronell.

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Por José G. Hernández.- El próximo domingo 11 de marzo tiene lugar la elección de quienes durante cuatro años integrarán el Senado de la República y la Cámara de Representantes. Tras una campaña muy agresiva, en que predominaron la diatriba, el insulto y la intolerancia, por encima de las razones, los argumentos y el debate respetuoso, finalmente todo se verá en las urnas.

Se quisiera,  desde luego,  que fuera un Congreso renovado,  aunque no nos hacemos muchas ilusiones porque, pese a la presencia de candidatos jóvenes bien intencionados y de personas con experiencia y conocimiento, hay muchos otros que, a juzgar por sus antecedentes, en caso de salir elegidos,  prolongarán seguramente comportamientos y prácticas indeseables y perniciosas.

La renovación,  en todo caso,  es urgente, y no puede limitarse a nombres.  Deben ser replanteadas muchas cosas, y en tal sentido, es importante que los ciudadanos voten a conciencia, debidamente informados, sin compra de sufragios y con sentido crítico frente a especies no dignas de crédito.

Ahora bien, lo que surge del concepto democrático es,  ante todo, un congreso independiente,  libre y deliberante,  que no sea,  como ha venido ocurriendo entre nosotros, una oficina más de la Casa de Nariño, ni otra dependencia del Ejecutivo,  manejable y manejado por la vía de los cupos presupuestales y la burocracia oficial. Que sea capaz de ejercer el control político con talante imparcial pero firme y contundente.  Que examine de manera autónoma las actividades y ejecutorias de los ministros, directores de departamentos administrativos y superintendentes y les exija comparecencia y explicaciones. Que debata.  Que controvierta sin compromiso previo.

Se requiere, además, un Congreso en que los proyectos de ley y de acto legislativo sean estudiados de verdad, puestos a prueba,  discutidos y votados a conciencia.

Hacemos votos porque el próximo Congreso responda a la confianza que le depositen los electores. Que recobre, además de su independencia, la iniciativa legislativa, desde luego en aquellas materias en que la Constitución no la hace exclusiva del Gobierno.

Los nuevos senadores y representantes deben estar preparados para el post conflicto, y han de presentar proyectos de reforma en muchos campos en que, hasta ahora, o se han limitado a seguir con mansedumbre al Ejecutivo, o han guardado silencio, permitiendo que el Congreso sea suplido por la Corte Constitucional.

Y se necesita, desde luego, un Congreso que no apruebe tan fácil la carga tributaria, como lo hizo el actual, cuya actuación al respecto fue deprimente. Si el artículo 338 de la Constitución exige ley en sentido formal para el establecimiento de impuestos, tasas y contribuciones, es porque parte del supuesto de que en nuestro sistema existen frenos y contrapesos, siendo los congresistas los primeros depositarios de la representación de los intereses del pueblo que los ha elegido. Por ello, en vez de voracidad fiscalista, al Congreso corresponde prudencia, control y ponderación. Y que expida las normas necesarias para combatir males enormes, que nos afectan a todos, como la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad, la desigualdad, la pobreza, el mal sistema de salud, el déficit en la educación, el excesivo centralismo, el abandono de muchas regiones. Y, ojalá, este Congreso se atreva, de una vez por todas, a reformar la Justicia, y elegir a los funcionarios cuya selección le compete pensando más en su preparación y hoja de vida que en el guiño gubernamental.

Hay mucho por hacer, señores candidatos. Si son elegidos, su compromiso es grande.

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